Esta columna se publico en el ultimo numero de Capital
El Mostro Existe
Lunes 26 de Febrero. Un guardia manipula un extraño aparejo digital sobre mi entrada a la Quinta Vergara. Canal 13 aun no comienza su transmisión, pero se puede sentir el público gritar a lo lejos. Estoy aquí para ver a Franz Ferdinand, quienes supuestamente abren la jornada, pero también vine para terminar con una interrogante que a estas alturas se ha tornado casi existencial. Si, es mi primera vez en el Festival de Viña y el panorama se vuelve lo suficientemente iniciático como para mantenerme con los ojos bien abiertos. Una vez adentro, lo primero que me sorprende es como cada centímetro cuadrado del lugar tiene dueño. Puede hasta respirarse el trabajo del área comercial de Canal 13. 100 % rentable.
Doblo una pequeña curva y entonces lo veo. Mucho más intimidante y ensordecedor de lo que esperaba. El legendario. El lapidario e inclemente. El emperador transversal. El barómetro veraniego. El mostro de la Quinta Vergara. Me desplazo entre la gente hasta que me ubico en una posición panorámica. Frente a mi una madre estresada reprime violentamente a un preadolescente que olvidó su Ritalin esta tarde y a mi lado un tipo mira con cara de lateado el escenario vacío. De tanto en tanto pueden verse jóvenes con pinta de fans de Franz Ferdinand, pero la masa crítica para garantizar una tibia bienvenida a los escoceses no se ha logrado.
Comienza la transmisión y tanto Miriam como Sergio lanzan sus monólogos agradeciendo el cariño del publico de Viña durante les noches anteriores y prometiendo una jornada memorable al son de la orquesta de Horacio Saavedra. En las tandas comerciales los anuncios son proyectados en las pantallas gigantes y la escenografía de espectáculo televisivo- que desde mi posición remata en agua cayendo de una cascada de mármol o algo peor- contrasta con el rugir del mostro. Es probable que eso sea lo que distingue a Viña de otros festivales, pienso. Es un show de tele en vivo como cualquier otro, pero con mucho público en el estudio. Tanto público que incluso el switch del director puede terminar en las manos de las masas.
Y entonces se desata el delirio. Lo que en un principio parecía un público poco favorable a la muralla sónica de los Ferdinand se ha transformado en una incondicional masa de voces al viento. Los escoceses no la creen y arremeten con un hit tras otro. La banda revisa parte de sus dos discos editados a la fecha (Franz Ferdinand, 2004; You Could Have It So Much Better, 2005) y el pulso electrizante de sus canciones me demuestra que esto es de primer nivel. Entre una canción y otra mi vecino me comenta la miopía de los productores nacionales de no haber programado un concierto en solitario de los escoceses en Santiago y le encuentro toda la razón del mundo. Alex Kapranos, el frontman de la banda, canta sorprendentemente bien y tiene un carisma notable, casi televisivo. En un momento me imagino que estar presenciando este concierto es algo así como haber visto a The Cure en el set del Festival de la Una por ahí por el año 86. Vuelvo a la realidad. El mostro está eufórico; grita, salta y juega al son de las potentísimas melodías pop de este cuarteto. Entre salto y salto el muro sonoro se detiene y viene la primera antorcha. Luego la segunda y finalmente la gaviota. El éxito es arrollador y Kapranos y sus secuaces parecen tan sorprendidos y extasiados como quienes estábamos allí para verles. El concierto no tiene baches y por delirante que sea ver a Miriam Hernández entregarle una gaviota a la banda “indie” más taquilla del año anterior a pocos minutos de la rutina de Ruperto, la experiencia es alucinante. Viene la tanda comercial y entiendo que es tiempo de partir. Me devuelvo por donde entré y dejo atrás los puntos de venta de celulares con una sonrisa satisfecha pintada en la cara. La interrogante ha muerto. El mostro existe. Lo vi con mis propios ojos.
Death or Glory!
1 comentario:
Como lo he dicho anteriormente, no en tu blog pero si en el mio..., yo y mi queridisima amiga fran vivivos una realidad que no nos pertenece y nos fuimos, sin darle mucha vuelta al asunto, compramos un comodo palco y disfrutamos a una exelente banda..
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