Quienes leen estas últimas páginas de cada número de Capital sabrán que no soy particularmente propenso a zambullirme por escrito en las profundidades del pequeño charco que es la escena indie en Chile. No lo hago probablemente más por inculto que por visionario y porque me ha pasado que lo que allí encuentro generalmente es totalmente irrelevante para el futuro de la música chilena y no pasa de ser una mera obsesión personal, un gustito privado insostenible. Pero esta vez es distinto. Su nombre es Gepe y ya lo habíamos mencionado hace algunos meses como uno de los pocos jóvenes de la escena con algo que aportar a la canción chilena. En ese momento fue su EP “5X5” (Jacobino Discos) el que me sorprendió por su valentía en la búsqueda de una nueva interpretación del legado de Violeta Parra y Víctor Jara. Pero en “5X5” las influencias eran asfixiantemente evidentes y el joven Gepe terminó haciendo un ejercicio más ligado al homenaje que a la reinterpretación, lo que finalmente jugaba en su contra.
Quienes leen estas últimas páginas de cada número de Capital también sabrán que no soy particularmente propenso al charango lila ni a nada que tenga mucho tufo a folklore. Y aunque eso sigue siendo cierto, esta vez es distinto. Y es que Gepe acaba de editar su primer LP, titulado simplemente “Gepinto” (por el sello Quemasucabeza) y el resultado es, por lo menos conmovedor. Daniel Riveros tiene 24 años y bajo el disfraz de Gepe se esconde su trabajo en solitario, ya que este novel songwriter es también parte de dúo Taller Dejao y toca batería para otro joven valor de nuestra escena: Javiera Mena. En “Gepinto” Gepe retoma los momentos más interesantes de “5X5”, internándose en los laberintos más recónditos de la canción chilena- esa cubierta de trumao más que de la moral de los huasos del Gil Letelier- para entregarnos paisajes sonoros de altísima carga emotiva, excelente factura y, sobre todo, nunca antes escuchados en nuestra geografía musical. Y es que Gepe desviste la canción folklorica chilena de toda esa carga pesada y algo intragable que la ha acompañado por años y por fin da con una formula que la funde con la ciudad, con el presente y, lo que es más notable aun, con el futuro. Provisto de una voz dulce y dócil, Gepe mezcla las guitarras de cuerdas de nylon con cuidados ambientes digitales, uno que otro sintetizador, una moral indie bien equilibrada y un buen sentido de la experimentación. No hay que confundirse, “Gepinto” es un disco minimalista, simple, de canciones de corta duración y de melodías entrañables. Hay canciones mejores que otras, es cierto, momentos mejor logrados que otros, pero el disco promedia muy por sobre la media nacional y es ya es mucho, mucho decir.
Claramente la libertad con que Gepe asume sus influencias- y las mezcla con el pop y todo el legado de las grandes bandas independientes del mundo anglosajón- tiene mucho que ver con su edad. Después de muchos años de trincheras y deberes seres auto impuestos, al parecer una nueva generación comienza a asomar la nariz. Una generación más libre y que quizás tenga mejores herramientas que las anteriores para hacerse cargo de la titánica tarea de ir delineando nuestra identidad en un mundo en el que las formas y los moldes parecen ya gastados, añosos y poco estimulantes. El gran desafío para Gepe en la larga carrera que tiene por delante será el encontrar la inspiración necesaria para no quedarse pegado en su fórmula y continuar proponiendo posibles caminos de progreso para la canción chilena.
No suelo ser muy entusiasta con nuestra musica, pero esta vez es distinto. "Gepinto" es un disco bello, pulcro y bello. Nada mas que decir.
-Columna a publicarse este viernes en Capital-
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