La última vez que U2 estuvo en Chile fue en febrero de 1998 en el contexto de su gira Popmart. En nuestro país se encontraron con una nación enfrentando el primer año de la crisis asiática y sumida en esa extraña niebla de apatía y aburrimiento que fue el gobierno de Eduardo Frei antes de la detención de Pinochet en Londres (asunto que ocurriría en noviembre de ese mismo año). Probablemente los dos momentos de la visita de la banda que mejor reflejan las contradicciones del Chile de aquel tiempo fueron la escapada de Bono a Isla Negra- donde durmió en el hotel de la Charo Jofre y se emborrachó con pescadores al caer el sol- y la pifiadera que recibió el mismísimo Bono al terminar su concierto en el Estadio Nacional invitando al escenario a la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos. Para ese entonces U2 era una banda gigantesca en el mundo entero y venia a promocionar el peor disco de su carrera hasta el minuto: Pop. Atrás habían quedado los coqueteos ciberpunks, la exploración de la Norteamérica profunda, el gospel y el ácido new wave de sus inicios. U2 recorría el planeta a sus anchas y era aplaudido en todas partes.
Hoy U2 es aun más grande y global en su éxito, y después de ocho años y algunos discos bastante mediocres, se encontrará con un Chile también más grande y global, pero sobre todo, profundamente distinto. Un buen puñado de hitos potentísimos han ocurrido en estos últimos ocho años- y sobre ellos se ha gastado suficiente tinta- pero lo que ha sucedido con las entradas para el concierto de esta banda el próximo 26 de Febrero es elocuentemente gráfico al respecto. Si, ya es sabido, estas son las entradas más caras de la gira Vertigo en todo el mundo y aquello no deja de ser sorprendente. Pero lo realmente notable es la rapidez y voracidad con la que se agotaron. Es cierto que una estrategia de precios más popular habría dejado menos gente fuera del estadio y también es cierto que esos precios para un espectáculo así de masivo parecen algo ridículos. Pero finalmente desde el punto de vista estrictamente comercial (y esto es entertainment, es decir, 100% comercial) los precios que se cobraron dan cuenta de un excelente olfato al momento de estimar la demanda por parte de los organizadores. Nada más ni nada menos que eso. Insisto: lo increíble aquí es cómo la gente se llevó para la casa esas entradas, lo que me hace pensar que Chile es un país con mucha más plata de la que yo creía, y que la funcia aquella de las supercarreteras y el progreso es cierta. Confuso asunto en medio de la algarabía oportunista de la equidad que hemos vivido estos últimos meses, pero no por eso menos potente. Y es que quizás en esto reside el centro de la cuestión: El U2 de Vertigo llegará a un Chile que se cambió de vagón- con todas las atrocidades, injusticias, sin sabores y epifanías que aquello supone-, pero uno que cruzó un umbral. Las heridas, los dolores, las conversaciones, las sospechas mutuas y el lenguaje son hoy otros, y eso nos hace inevitablemente otros a todos. Eso es innegable, y así lo probarán los 60 y tantos mil chilenos que verán a U2 el próximo 26 de Febrero.
* Columna aparecida en el numero de Enero de revista Capital.
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